GCA – «Venid detrás de mí»

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EVANGELIO Mc 1,14-20

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia». Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con Él.


TEXTOS CALASANCIOS

Nuestro Salvador llamó a los que quiso para formar el grupo de sus discípulos. Después de resucitado les envió el Espíritu Prometido para que siguieran el camino de las Bienaventuranzas y, unidos permanentemente a Él,  anunciaran el Reino de Dios con su palabra, con sus obras y, sobre todo, con el testimonio de su vida (Constituciones n.15)

Este seguimiento de Cristo, norma suprema de nuestra vida, se concreta en el carisma de Nuestro Fundador, que consiste en la evangelización de niños y jóvenes, ante todo de los abandonados, con amor paciente y generoso. (Constituciones n.18)

También nosotros, llamados por el Bautismo a la plenitud de la caridad,  interpelados por la necesidad de evangelizar a niños y jóvenes, nos dejamos conducir por el Espíritu intentando vivir el seguimiento de Cristo desde nuestra condición laical, en comunión con la Familia Calasancia, y damos testimonio de Cristo siendo fermento del Reino en medio de nuestro mundo (“El laicado en las Escuelas Pías”, p.67-68)


SILENCIO Y COMPARTIR


SALMO

Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa, es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelvo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día.

Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el vientre de mi madre.
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras; conocías hasta el fondo de mi alma,
nada mío te era desconocido.

Cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones, se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días antes que llegase el primero.

¡Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que la arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.

Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía, guíame por el camino eterno.


MIRAMOS NUESTRA VIDA Y LA COMPARTIRMOS

– ¿Qué  podemos aprender de la respuesta de los primeros discípulos?

– ¿Te sientes tú también llamado por Jesús?

– ¿En qué momento de tu vida tomaste conciencia de que el Señor te pedía seguirle como discípulo?

– ¿Cómo vivo en este momento de mi vida el seguimiento de Jesús?

– ¿Qué debería cambiar en mí para seguirle más de cerca?